Fermentar es transformarse
Fermentar es transformarse.
Nada desaparece: todo cambia de forma.
El azúcar se vuelve acidez, el gas se vuelve aroma,
la materia se vuelve vida.
La fermentación nos recuerda que la transformación no es pérdida, es evolución.
Que lo que parece descomponerse, en realidad se recompone.
Que el caos no destruye, reordena.
Fermentar es mirar de cerca el cambio y no temerle.
Es entender que el movimiento es natural,
que la quietud es solo otra forma de transformación lenta.
Cada lote de kombucha es una lección de cambio:
el líquido que ayer era dulce hoy es complejo,
el SCOBY que parecía dormido hoy respira.
La transformación es visible, audible, palpable.
En Belot, cada fermento nos enseña que la estabilidad es un espejismo.
Nada estático vive.
Todo lo que está vivo está cambiando.
Fermentar es transformarse —y también transformarnos.
Nos hace pacientes, nos hace humildes,
nos enseña a confiar en los procesos, incluso cuando no los entendemos del todo.
Fermentar nos recuerda que cambiar no es traicionar lo que fuimos,
sino honrar lo que somos capaces de llegar a ser.