Fermentar es resistencia
Fermentar es resistencia.
Porque en un mundo que acelera todo,
fermentar exige tiempo.
Y en un sistema que busca controlarlo todo,
fermentar confía en lo impredecible.
Fermentar es una respuesta directa al miedo a lo vivo.
Nos enseñaron a temer a las bacterias,
a creer que lo limpio es lo muerto,
y que la seguridad se compra en envases sellados.
Fermentar es decir: no.
No a la pasteurización del gusto.
No al olvido de las tradiciones vivas.
No a la idea de que lo natural necesita permiso para existir.
Fermentar es resistencia porque defiende la diversidad.
Cada fermento es un ecosistema,
una alianza entre especies que se cuidan sin competir.
Una lección de cooperación que la industria no entiende.
En Belot, fermentamos como un acto político.
Defendemos el derecho a lo vivo,
a lo hecho con las manos, con conciencia, con ética.
Fermentar es cuidar la tierra, respetar los insumos,
no hacer trampa, no diluir, no mentir.
Resistir no es oponerse al cambio;
es oponerse al vacío.
Y un fermento está lleno: de vida, de historia, de sentido.
Fermentar es resistencia porque mantiene encendida una llama ancestral:
la de quienes fermentaron antes que nosotros
y confiaron en la vida como forma de libertad.